El carnaval no es un ritual festivo de corte precolombino, si bien los antiguos mayas o mexicas, quizás hayan celebrado ciertas ceremonias en el momento del ciclo anual que conocemos como carnaval, se debe a ciertas coincidencias relacionadas con el calendario solar. El carnaval es considerado por algunos antropólogos e historiadores como un rito indoeuropeo extremadamente antiguo, que está estrechamente vinculado con los cultos de fertilidad y fecundidad humana, sin embargo estudios recientes dan otra versión, la cual apunta hacia la idea cristiana de preparación física y psíquica días antes de la llegada de cuaresma.
La fecha de carnaval, así como la de varias fiestas del calendario litúrgico (Ascensión, Pentecostés, Corpus Christi, etc.) se calculan con base en el calendario luniano, a partir de la fecha de celebración de día de la Pascua, que a su vez depende de los calendarios lunar y solar, ya que se celebra el domingo siguiente a la luna llena inmediatamente anterior al equinoccio de primavera. El carnaval se celebra justo antes de iniciarse la cuaresma, o sea 40 días antes de la Pascua. En épocas más remotas, se iniciaba con la Epifanía (6 de enero) y se extendía hasta las celebraciones de la Candelaria (2 de febrero) que se caracterizaba por ser la fiesta del fin de la cuarentena de la Virgen (se sitúa justamente 40 días después de Navidad) y día de purificación de las mujeres que tuvieron hijos en el año viejo. La Candelaria anunciaba el reinicio de la fertilidad femenina y, asimismo, el regreso de la fecundidad natural, después de los largos meses de esterilidad invernal.
El carnaval, que sigue a la Candelaria según un calendario móvil, simboliza a su vez la fertilización de las mujeres y de la tierra y se termina con el miércoles de ceniza que inicia a su vez el periodo de cuaresma. Este termina con el domingo de resurrección que representa en el calendario cristiano, y en los antiguos calendarios indoeuropeos que le dieron su sustrato simbólico, la renovación del ciclo natural, la reproducción de la vida y el renacimiento de todas las especies.
Tanto en la Europa medieval como en el México de la Colonia, el Carnaval estuvo asociado con formas de transgresión ritual que convertían a pordioseros y a pecadores en obispos. A mediados del siglo XVII, si se juzga por la siguiente declaración de Bustamante, este tipo de transgresiones eran comunes en la ciudad de México durante su celebración: “Estamos sorprendidos –dice Bustamante- de que en México el gobierno autorice a los enmascarados de Carnaval que aparecen en las mojigangas, vestidos como paras, obispos, cardenales y frailes, haciendo burla de ellos mismos”. La ausencia de referencias a las celebraciones de Carnaval en las crónicas de evangelización no sólo permite suponer que su entrada a las comunidades indígenas fue relativamente tardía, sino también que su desplazamiento siguió una dirección, desde los centros urbanos hacia las comunidades, en la que poco tuvieron que ver los frailes. De acuerdo con Viqueira, en los carnavales que tenían lugar en los centros urbanos los indios jugaban un papel decisivo, invadiendo y controlando la traza urbana, reservada durante el resto del año a la población española. Esta irrupción, aunada a la inversión de papeles y a la proliferación de ceremonias paganas, hizo que la admiración colonial viera en el Carnaval una forma de amenaza. Hacia el siglo XVIII, de hecho, las autoridades eclesiásticas emprendieron una campaña contra los excesos que se suscitaban durante el Carnaval: “Jalisco, edictos muy antiguos ordenaban ya a los fieles que evitasen todo tipo de excesos y sacrilegios en los días de carnestolenda; en San Luis Potosí, en 1709, el fraile Antonio Margil recorrió las calles de la ciudad durante el Carnaval, para predicar y desengañar a los concurrentes de las vanas pasiones que en él buscaban”
El hecho de que el Carnaval haya sido y siga siendo hasta hoy una celebración ajena al ciclo litúrgico de la Iglesia fue sin duda un factor importante para la indiferencia que mostraron los evangelizadores. Su carácter marginal no impide, sin embargo, que el Carnaval sea una “festividad pagana con sabor cristiano”. Su paso hacia la Europa medieval, proveniente de las saturnalias romanas, estuvo siempre vinculado con las abstenciones que privan durante el periodo de cuaresma, del que sigue formando una parte integral y, sin embargo, opuesta. En cierto sentido, en efecto, el Carnaval y sus manifestaciones sólo son comprensibles como parte de un mismo proceso ceremonial que se prolonga sobre la cuaresma y culmina con su antítesis ritual: la Semana Santa.
Edmun Leach ha sugerido que formalidad y mascarada son términos diametralmente opuestos. “Un rito que se inicia con formalidad -advierte- probablemente terminará en mascarada; un rito que empieza en mascarada, probablemente terminará con formalidad”. Si se concibe a las celebraciones de Carnaval como el eslabón de una cadena que se extiende hasta la Pascua, se advertirá que su desarrollo sigue las líneas del segundo principio, es decir, un ciclo que arranca con las mascaradas de numerosos grupos y personajes y termina con la singular formalidad de la Semana Santa. Pocas festividades, de hecho, alcanzan una dimensión tan solemne como el conjunto de episodios que se alternan entre el Domingo de Ramos y la Pascua de Resurrección. Aunque aquí, como en el resto de las celebraciones, los eventos y las ceremonias varían, su desarrollo descansa sobre una estructura relativamente homogénea que después de cinco siglos continúa reproduciendo la secuencia de los ritos coloniales.
Significado etimológico de la palabra
Una de las etimologías más difundidas de la palabra carnaval es la que desciende de “currus navalis” que algunos lingüistas derivaron de la fiesta en honor a Isis, llamada “Isis Navigium” entre los romanos, ocasión en que salía una nave o barco, el que era paseado, por las calles. Esta expresión: “currus navalis” o “ el carro naval” derivó posteriormente en “carnavale” y carnaval.
Según el historiador Julio Baroja en su libro El Carnaval, de donde se ha tomado gran parte de la presente información, considerada que se trata de una etimología a la que no puede dársele gran crédito pues está basada en reconstrucciones históricas demasiado simplistas de antropólogos e historiadores realizaron al tratar de fundamentar el origen pagano del carnaval; en este afán se remontaron no sólo a las fiestas griegas y romanas, sino hasta las egipcias. Pero este significado, según apunta Baroja, ha sido desacreditado en estudios más recientes por dicha etimología aplicada en función de la idea cristiana de los días de preparación física y psíquica, anteriores a la llegada de la cuaresma. Es este sentido, el autor nos dice que de las diversas formas de nombrar a esta fiesta, la más antigua es la de “carnaval” (en los siglos XIV, XV y XVI palabra hispánica de uso culto), época en que se come carne, aplicada en oposición a la época de cuaresma. Otras de mayor uso fueron las de “carnestollientas” o “carnestollendas” (la última del latín mozárabe). Posteriormente la ll fue cambiada por la l quedando “carnestolendas” en las crónicas medievales. Pareciera que esta palabra se refiere a la despedida de la carne.
Resumiendo, el carnaval comprende los días anteriores a la cuaresma que marcan el:
a) Periodo en el que se puede comer carne, como “carnal”;
b) Periodo en el que las carnes han de dejarse como “carnestolendas”. Estas dos palabras pueden considerarse como arcaísmos en la actualidad. Quedamos así que el carnaval es la época de regocijo, dispersión y distracción, que antecede y prepara el penoso recibimiento de los ayunos y recogimientos cuaresmales.
a) Periodo en el que se puede comer carne, como “carnal”;
b) Periodo en el que las carnes han de dejarse como “carnestolendas”. Estas dos palabras pueden considerarse como arcaísmos en la actualidad. Quedamos así que el carnaval es la época de regocijo, dispersión y distracción, que antecede y prepara el penoso recibimiento de los ayunos y recogimientos cuaresmales.
Por ultimo se dice que esta palabra debe de considerarse como un italianismo cuyos antecedentes son el vocablo italiano “carnevale” y las palabras “carnovale” y “carnelavare”.
Fiesta de Carnaval en México
En nuestro país la pluralidad que existe respecto a los grupos socio-económicos y culturales que lo integran tiene como consecuencia una gran diversidad en las formas, elementos y carácter del carnaval, encontrándose poca uniformidad al respecto.
En las urbes de nuestra república el carnaval imita los elementos que a nivel mundial gozan de determinado prestigio, tales como los desfiles de comparsas y disfrazados, los carros alegóricos, los combates de flores, la elección de una reina , de un rey feo, etc. Carnavales de este tipo tenemos en ciudades como Veracruz, Mazatlán, Acapulco, Manzanillo, Mérida, Campeche y Villahermosa, entre otras.
En cambio, en las comunidades indígenas, campesinas o rurales, tiene la celebración de carnaval un sello especial, a veces ritual, que difícilmente es localizable en las ciudades. Esto podemos observarlo, si reparamos en algunos aspectos de esta festividad entre los totonacas de la parte norte de la Sierra de Puebla y entre los indígenas de los Altos de Chiapas principalmente.
En las festividades carnavalescas de los totonacas se organizan dos grupos de danzantes: los “huehues” y los “mulatos”. Existen diversos tipos de huehues, entre los cuales pueden distinguirse el narigón, el negro, el mestizo, las damas, los diablos y los comanches; los tres primeros bailan con las damas del huapango en casa de su capitán mientras que los últimos dos corren individualmente o por pequeños grupos en las calles del pueblo hasta encontrar una ofrenda alimenticia, destinada para ellos mediante un voto que cumplen durante cuatro años consecutivos, periodo que los diablos toman como voto para bailar.
Se identifica a los huehues con los muertos y señala que la fiesta de carnaval y la de los fieles difuntos son, para los indígenas, una sola fiesta dedicada a los muertos.
En lo que atañe a la danza de los “mulatos”- ya casi desaparecida- cuyos personajes, son además de estos, la malinche (hombre vestido de mujer), los gatos o tigres y los toros, Ichon da la significación siguiente:...”todas las fuerzas peligrosas, demoniacas, del interior de la tierra; los aires representados por los animales, son liberados una vez al año durante tres días y tres noches; después se les exorciza sacrificándolos por la mano de su propio jefe el dios del fuego (el diablo), y se les remite luego a su reducto hasta el año siguiente. Los hombres consumen su carne y su sangre, a fin de apropiarse de su poderío.
En otras regiones de la república el carnaval es conmemorado con una batalla: en Zaachila, Oaxaca, Huixquilucan (México), Huejotzingo (Puebla) y Tzucacab (Yucatán). Los participantes de éstas, en Zaachila son los diablos quienes dan de latigazos a los curas hasta hacerlos prisioneros y llevarlos ante el diablo mayor para ser juzgados en medios del aplauso y la jocosidad de los espectadores. En Huixquilucan se menciona la batalla entre dos barrios, el de San Juan y San Martín por causa de la Virgen de la Candelaria, a quien se dice, discretamente visita San Martín.
Huejotzingo es el lugar donde se concentran cientos de participantes formando grupos o batallones de zapadores, apaches, escaramuzas para perseguir al bandido “Agustín Lorenzo” y su gente, quienes han raptado a una dama. Esta representación también se lleva cabo en Nativitas, Tlaxcala.
En la zona de la Sierra Zapoteca y algunos municipios de los Valles Centrales, se presenta una diversidad de elementos, danzantes y grupos ceremoniales que sería imposible enumerar. Todos ellos, sin embargo, encierran una serie de factores comunes que vuelven al Carnaval una celebración inconfundible en el conjunto de las festividades anuales. Dos factores la caracterizan: el desorden que se mantiene a través de los grupos paródicos y la transgresión de normas y roles de conducta que son constantemente alterados. En Zaachila, el grupo de Mal Viejos reproduce danzas burlescas que parodian la solemnidad de la Danza de Conquista, sustituyendo los papeles centrales por personajes carnavalescos. A esta alteración de papeles se aúna, mediante un lenguaje de humor ritual, el combate que se establece entre Diablos y Curas; aunque ambos ejércitos se presentan enmascarados, los primeros emplean látigos como armas de defensa y los segundos cruces.
Una forma más de celebración carnavalesca la observamos en lugares donde se realizan danzas tradicionales propias de fiestas religiosas. Así tenemos que Aguacatitlán presenta en esta festividad danzas de concheros, pastoras y tecuanes; Capulhuac (México) danzas de la pluma y jardineros; Acatlán (Puebla) presenta Tecuanes y moros y cristianos y Huayacocotla (Veracruz), organiza danzas de negros, tocotines y moros y cristianos .(resaltado del blog)
Por último se mencionaron algunas danzas que corresponden a la época de Carnaval, aunque algunas de ellas se efectúan en otras celebraciones. Los tejorones se localizan en varios lugares de la costa de Oaxaca. Al mando de un caporal se baila el tigre, el guajolote, la tepachera, el coyote y el toro. Se disfrazan de mestizos y hacen mofa de los mismos.
Los Chinelos se localizan en diversas partes poblaciones del estado de Morelos y algunas del Estado de México, como Amecameca y Juchitepec. También en este último estado, en las localidades de Chimalhuacan y los Reyes, se presentan las danzas de cuadrillas, semejantes a las observadas en el Carnaval del estado de Tlaxcala.
En esta festividad se encuentra, como un acontecimiento sustancial, la práctica de danza y bailes exclusivos para estos días; expresiones coreográficas acordes con el carácter jocoso y burlesco del ambiente carnavalesco. En ellos participan las personas de “gusto”, o sea que realizan un esfuerzo físico y económico para disfrutar de esta fiesta de manera colectiva durante uno o varios días.
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