martes, 16 de febrero de 2016

DIVERSIDAD CULTURAL Y LINGUÍSTIC. LAS POLÍTICAS Y LOS DERECHOS LINGÜÍSTICOS EN MÉXICO, JAVIER LÓPEZ SÁNCHEZ

Fuente: http://dilm.inali.gob.mx/dilm2016/medios.html

Javier López Sánchez Director General del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas

   Te smelelul jk´opka´yejtike, ma stak´ ya swalpatinbey sk´opya´yej te yantik antswiniketike, melel te sk´opya´yejike, junpajal ay sk´oplalul, junpajal ay stoyolul, junpajal ay yet´alul, ja yu´un ja lek te junuk ya xbeen te jk´otantike, ja lek te yakuk jkich´batik ta muk´ ta leke, melel teme jich ya spastike, jich jun pajal ya xch´iotik, jich jun pajal ya xnichubotik, jich jun pajal ya sitinutik.

La verdad de nuestra palabra y pensamiento no puede darle la espalda a la verdad de la palabra y el pensamiento de las otras y los otros, porque cada cual tiene su propia importancia, porque cada cual tiene su propia altura, porque cada cual tiene su propia profundidad, entonces es mejor que nuestros corazones caminen juntos, es mejor que nos llevemos muy en grande, porque si así lo hacemos, entonces así crecemos, así florecemos y así fructificamos todos (Javier López Sánchez). 
          
   1. Algunas consideraciones sobre la diversidad        

A pesar de que existen diferencias genéticas dentro de la especie humana, podemos decir que estas variantes son superficiales, por lo que los humanos somos biológicamente iguales y constituimos una sola especie (Skutnabb-Kangas et al., 2003). La diversidad es un hecho innegable y consubstancial al ser humano, tanto en la dimensión de individuos únicos e irrepetibles como en la complementaria dimensión social o colectiva donde nos desarrollamos mejor como individuos, o seres autónomos y gregarios, interactuantes e integrales. La diversidad pues, es la inscripción humana (López Sánchez, 2006).
No obstante lo anterior, la diversidad cultural y lingüística en México ha sido una realidad negada, mal entendida y atendida por los encargados de concebir y desarrollar las políticas públicas. Aunque existen avances considerables, aun hoy las políticas públicas en áreas clave para el desarrollo social como la educación, la salud y la justicia continúan siendo homogéneas o no responden con la pertinencia requerida al conjunto de preceptos jurídicos nacionales e internacionales a favor de la diversidad cultural y lingüística del país.
Desde la Conquista se ha buscado la supresión o anulación de la alteridad por razones económicas, políticas y religiosas. En la dominación por las armas y la religión se quiso ver lo que Villoro (1998) llama “La falsa universalización de los valores de una cultura particular”. Así, a través de los siglos se han sucedido paradigmas de políticas unilaterales de supresión, segregación, homogeneización, asimilación y castellanización, algunas realmente brutales y todas tendientes a la negación de los rasgos propios de cualquier cultura que no fuera la dominante.
Los indígenas, el otro, el diferente, eran un problema. Aun ahora existen muchos que confunden poderío económico y avances tecnológicos con la valía “inherente” a una cultura; otros continúan entendiendo el concepto de “unidad nacional” como sinónimo de “homogeneidad cultural”, a otros más les asusta acercarse a conocer la diversidad. Desde la perspectiva ética, todas las culturas y todas las lenguas son igual de valiosas, dignas y merecedoras de respeto, al igual que los individuos. Así, el respeto cultural exige apreciar las formas de vida de las que disentimos o que incluso consideramos perniciosas. Podemos tener hasta la obligación de combatirlas, pero no podemos elevar nuestra cultura a paradigma universal para juzgar a los demás (Panikkar, 1995).
La diversidad cultural y lingüística es una realidad tan vieja como la humanidad misma y tan variada y necesaria como la biodiversidad. Ambas son de suma importancia para el ser humano, y el menosprecio y la franca extinción de una y otra son una constante. Entre otros factores negativos, la ignorancia de su valor y los procesos de globalización ejercen enormes presiones sobre la diversidad cultural y lingüística y la biológica. Asimismo, la pérdida de las lenguas indígenas va en detrimento de la biodiversidad, porque las lenguas conllevan numerosos conocimientos tradicionales sobre la naturaleza y el universo. Así, conviene señalar que la lengua no es una simple herramienta para entender la cultura o la sociedad, tampoco es un simple reflejo de ellas, es a la vez interpretante y continente de la sociedad. Podemos decir que todos los fenómenos sociales pasan por el lenguaje y se constituyen mediante él (Villavicencio, 2009).
Paradójicamente, uno de los efectos más notorios de la globalización ha sido el de visibilizar la diversidad que nos caracteriza. Al potenciar la interacción entre los diferentes pueblos del mundo, se multiplican también los contactos culturales y con ello el reconocimiento de los otros. Y es que oponer lo particular a lo universal es una actitud estéril, porque ambos se nutren. Como dice Villoro (1998), “aceptar la alteridad es una hazaña de la mentalidad moderna”. Abundando un poco mas, Olivé (2009) señala: “A menos que se asuma una visión fundamentalista, creo que uno de los grandes logros del siglo XX fue el desarrollo de la convicción de que no existe una única forma correcta de interpretar el mundo y ni siquiera de razonar”.
2. La diversidad cultural y lingüística en el mundo y en México
En el mundo existe 7,106 lenguas vivas (Ethnologue, 2014) en 226 Estados nacionales, de ellas, entre el 50% y el 90% están en algún nivel de riesgo de desaparecer (UNESCO, 2003). Las causas pueden ser directas (como la baja autoestima de los miembros de un pueblo), indirectas (como las ideologías que legitiman el abandono de las lenguas) y estructurales (como las políticas nacionalistas homogéneas y excluyentes).
En América Latina la situación no es muy diferente. En un seminario organizado en 2010 por el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI), una mesa de expertos señaló que en Latinoamérica existe reconocimiento en las leyes a las lenguas y la identidad indígena, pero las políticas públicas no son las adecuadas en muchos casos. Con algunas excepciones –dijeron–, la discriminación de las lenguas indígenas y la desvalorización hacia los hablantes es una constante; el menosprecio hacia las lenguas y las manifestaciones culturales de los pueblos indígenas en los medios de comunicación es evidente, como también lo es la falta de iniciativas para crear medios más acordes.
En términos generales –concluyeron–, existe un marco normativo más o menos completo, así como instituciones dedicadas a la atención de los pueblos indígenas y sus lenguas, pero falta mucho por atender, entre otros aspectos: la demanda de educación de calidad en sus propias lenguas indígenas, la creación de campañas de sensibilización para los no hablantes de lenguas indígenas y reforzar su uso en el hogar, las instituciones gubernamentales y los espacios comunitarios y públicos.
Con 364 variantes lingüísticas, clasificadas en 68 agrupaciones y en 11 familias lingüísticas (INALI, Catálogo de las lenguas indígenas nacionales, 2009), México ocupa los primeros lugares en América y el mundo en el número de lenguas vivas (Ethnologue, 2009), y la situación de los hablantes y sus lenguas indígenas es similar a la descrita. Según estimaciones del INEGI (Censo de 2010), existen en nuestro país una población (de tres años y más) de 15,703,474 que se reconoce como indígena: el 14.86 por ciento del total de habitantes del país. Según el INEGI, casi siete millones (de tres años de edad y más) hablan alguna lengua indígena (6.7 por ciento de la población). De las 364 variantes lingüísticas señaladas, 51 están en muy alto riesgo de desaparición, 48 en alto riesgo y 88 en riesgo mediano (según el Comité Consultivo para la Atención a las Lenguas Indígenas en Riesgo de Desaparición, CCALIRD, 2009).
Pero incluso las variantes lingüísticas que se encuentran en riesgo no inmediato de desaparición (177), como el náhuatl (con 1,544,968 hablantes, según INEGI, 2011), el maya (con 786,113 hablantes), el mixteco (con casi 480 mil hablantes) y el tseltal (con 445,856 hablantes), están amenazadas debido a 1) causas directas, como la vergüenza de hablar la lengua en espacios públicos, el debilitamiento de la identidad y la disolución de los vínculos sociales comunitarios; 2) causas indirectas, como el desprestigio de las lenguas y culturas indígenas (se les minimiza llamándolos “dialectos”, “costumbres”) y las ideologías que legitiman el abandono de las lenguas indígenas, se señala que son sistemas incompletos, rústicos, inferiores, que las lenguas indígenas nacionales representan el atraso y son un obstáculo para el desarrollo, y 3) causas estructurales, como las políticas homogéneas y excluyentes, la exclusión deliberada de las lenguas indígenas de los ámbitos públicos formales y la exclusión económica, política y social de la población indígena (desigualdad de oportunidades).
Podemos decir que entre las políticas de homogeneización cultural y lingüística impulsada por los adversarios de la diversidad y los defensores de ésta desde la época de la Colonia, los pueblos originarios persisten y usan su lengua para nombrar el mundo, para comunicarse y relacionarse los unos con los otros en sus diferentes prácticas sociales, ya no sólo en el ámbito familiar y comunitario, sino en otros espacios de la vida pública. Hoy los pueblos originarios señalan “queremos seguir siendo lo que somos y como somos, pero no queremos seguir viviendo como vivimos, marginados, excluidos y discriminados por ser diferentes, pues somos todos mexicanos, somos todos seres humanos”. Así pues, es evidente la solicitud de un lekil kuxlejal (“buena vida”) en este México pluridiverso, para lo cual tiene mucho sentido repensar el orden social y la perspectiva de un desarrollo con identidad.
3. Políticas públicas y derechos lingüísticos de los pueblos originarios
Como hemos podido ver, la imposición de políticas públicas priorizando la conformación de un Estado-nación fuerte, con bases cimentadas en la homogeneidad y la desigualdad, ha provocado efectos que perduran hasta nuestros días. Así, las graves asimetrías sociales que padecen los pueblos indígenas son producto de esa desvalorización de que han sido objeto. Al tiempo que persisten las ideas hegemónicas, se da el desconocimiento y el incumplimiento de los derechos humanos, indígenas y lingüísticos por parte de muchos mexicanos y de sus autoridades, incluso de aquellas que deben garantizar el ejercicio de sus derechos.
Asimismo, persisten el racismo y la discriminación hacia la población indígena de manera abierta o sesgada, lo que impide el respeto y el reconocimiento a las condiciones de alteridad en las que vive la sociedad mexicana, y perdura el hecho lacerante de que muchos indígenas nieguen o se avergüencen de su propia cultura y su lengua. Y esta es otra grave asimetría, la valorativa, entendida como la manifestación de la introyección del racismo, tanto en el que discrimina como en el que es discriminado, lo cual es un impedimento fundamental para lograr relaciones equitativas entre personas de culturas diferentes.
En el ámbito educativo, sucede que muchos de los maestros que trabajan en zonas indígenas hablan el idioma local, pero su actuación en el aula difiere poco de la de los maestros y maestras no indígenas. “El problema está en que ni los unos ni los otros tuvieron la oportunidad de reflexionar sobre su propia condición sociocultural y sociolingüística, ni tampoco analizar la de sus potenciales alumnos. Por lo demás, en su formación rara vez discutieron conceptos como los de intolerancia, xenofobia y racismo, opresión cultural y homogeneización lingüístico-cultural” (L.E. López, 1997). Así, viven dos veces en carne propia la irrelevancia de su bagaje cultural para el sistema educativo: en su propia escolaridad y en la formación como docentes.
Con todo, no podemos negar que hay avances. El año de 1992 se convirtió en el de la significación pluricultural y plurilingüe: por un lado, se conmemoró el Quinto Centenario del Encuentro de Dos Mundos, que dio un nuevo impulso a los pueblos indígenas en la reivindicación de sus derechos; y por el otro, México se reconocía por primera vez en su Carta Magna como un país con una composición heterogénea, multicultural y plurilingüe.
En 2001 se dio la confirmación de la convicción pluricultural y plurilingüe de la nación mexicana con la reforma del artículo 2° de la Constitución. En 2003 se promulgó la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación (LFPED) y la Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas (LGDLPI). Conviene señalar que con esta última, las lenguas indígenas se reconocen como lenguas nacionales al igual que el español y la lengua de señas mexicana, de manera que las lenguas originarias tienen tanta validez como el español y deben emplearse en las oficinas de gobierno en cualquier trámite, y deben difundirse a través de los diversos medios de comunicación, para su conocimiento, reconocimiento, valoración y aprecio por la sociedad mexicana.
Entre otros aspectos relevantes, la LGDLPI señala que “Es derecho de todo mexicano comunicarse en la lengua de la que sea hablante, sin restricciones en el ámbito público o privado, en forma oral o escrita, en todas sus actividades sociales, económicas, políticas, culturales, religiosas y cualesquiera otras” (artículo 9); que “Las autoridades federales responsables de la procuración y administración de justicia, incluyendo las agrarias y laborales, proveerán lo necesario a efecto de que en los juicios que realicen, los indígenas sean asistidos gratuitamente, en todo tiempo, por intérpretes y defensores que tengan conocimiento de su lengua indígena y cultura (art. 10), y que “Las autoridades educativas federales y de las entidades federativas, garantizarán que la población indígena tenga acceso a la educación obligatoria, bilingüe e intercultural, y adoptarán las medidas necesarias para que en el sistema educativo se asegure el respeto a la dignidad e identidad de las personas, independientemente de su lengua” (artículo 11). Las bases legales significan per se un adelanto considerable, pero falta mucho por hacerse para garantizar el efectivo cumplimiento de tales derechos, y por supuesto, la apremiante justicia social.
Este escenario exige un amplio esfuerzo de creatividad y tenacidad, sustentado en una mejor comprensión y un mayor conocimiento acerca de las dinámicas culturales, sociales y lingüísticas de los pueblos y comunidades indígenas desde una perspectiva multidisciplinaria y con la participación de toda la sociedad: gobierno, instituciones académicas y de enseñanza, asociaciones civiles, medios de comunicación y, sobre todo, de los propios hablantes de lenguas indígenas nacionales.
Conclusiones Si la realidad en general es multicultural desde muchos puntos de vista: cultural, lingüístico, religioso, ideológico, género, capacidades diferentes, etcétera, debemos pensar y actuar en consecuencia. Es menester la puesta en marcha de políticas públicas que desarrollen de manera intensiva, permanente y sistemática las perspectivas que nos sugieren los paradigmas de multilingüismo y la interculturalidad desde una posición critico-constructiva, es decir, la interacción en condiciones de igualdad entre grupos humanos con culturas y lenguas distintas, la apuesta por un autentico diálogo de escucha (Gadamer, 1988) que nos permita aprender a vivir entre diferentes (Delors, 1992).
Sin duda es necesario seguir difundiendo el quehacer de instituciones como el INALI y el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED), traducir y difundir ampliamente las leyes primordiales en todas las lenguas indígenas (por ejemplo, la Constitución federal y las estatales, la LFPED y la LGDLPI), formar a un mayor número de intérpretes y traductores en lenguas indígenas nacionales para que apoyen a los integrantes de los pueblos indígenas cuando enfrenten procesos de procuración y administración de justicia, asimismo en los ámbitos de salud y programas sociales. Es fundamental fortalecer el conocimiento y el orgullo de la cultura de pertenencia (intraculturalidad), para poder entablar relaciones interculturales que tengan posibilidades de simetría; que conozcamos y valoremos los aportes culturales de los pueblos con los que se comparte territorio, y lograr que los integrantes de diversas culturas convivan de manera respetuosa y mutuamente enriquecedora (interculturalidad).
La intraculturalidad, concepto poco desarrollado en México, es entendida en un primer aspecto como fortalecimiento de identidades particulares, las de la cultura o grupo al que se pertenece y, en un segundo, como fortalecimiento de la autoestima personal y cultural. Es el paso previo y necesario de la interculturalidad; pero es también, dialógicamente hablando, su acompañante inseparable. Dicho de una manera esquemática, sería primero un “conócete a ti mismo” en el sentido socrático, que da paso a un “conoce a tu igual”, el que tiene la misma cultura o la misma lengua que tú, y luego el salto al “conoce y entiende al diferente”. Es la exploración y reafirmación del “yo” (intracultural) para complementarlo con la visión del otro (intercultural). Y la relación, el encuentro y el diálogo con el otro conllevan la base para conocernos a nosotros mismos, y viceversa como el “ouroboros”, animal mitológico que para culturas como la griega y la egipcia representaba la naturaleza cíclica de las cosas, o el “puy”, caracol en maya-tseltal, que refiere la espiral de la forma de ver, entender y vivir la vida, es decir, la visión holística de los pueblos indígenas.
En la interculturalidad se conoce y reconoce al otro como diverso, sin borrarlo o anularlo sino comprendiéndolo y respetándolo. Este proceso es un ejercicio epistemológico y ético, pues alude al contacto cultural como el encuentro de la diferencia básica existencial de la que somos parte como seres humanos (López Sánchez, 2006). La multiculturalidad es una “situación de hecho”, un término “factual” o “descriptivo” (Olivé, 2004). La interculturalidad, en cambio, establece que el conocimiento de la diversidad cultural constituye un primer acercamiento a la diferencia desde una posición de apertura tanto cognitiva como ética que posibilita el reconocimiento del otro, es decir, el impacto de esa diferencia (López Sánchez, 2006).
Contemplada en la LGDLPI, la creación del INALI responde al impulso de una política del lenguaje que implica el reconocimiento jurídico de la diversidad lingüística del país y el fomento del multilingüismo, como política lingüística. Todo ello, con el propósito de construir una relación distinta entre el Estado y los pueblos indígenas, después de siglos de exclusión y marginación hacia la población indígena. En este sentido, el trabajo institucional representa enormes retos y expectativas entre la sociedad en general, y en los pueblos y comunidades indígenas, en particular.
El INALI impulsa políticas públicas en materia de lenguas indígenas nacionales, como se ha señalado, desde los enfoques del multilingüismo y la interculturalidad. Estimula la participación de todos los agentes sociales: hombres y mujeres, pueblos indígenas, instituciones públicas y privadas, universidades, centros de investigación, expertos indígenas y no indígenas, diferentes medios de comunicación, vinculación interinstitucional y la articulación de esfuerzos con la federación, los estados y los municipios.
Entre otras acciones para promover el conocimiento, el reconocimiento, la valoración y el aprecio por las lenguas indígenas nacionales, el INALI desarrolla los trabajos de actualización del Catálogo de lenguas indígenas nacionales y realiza el proceso de planeación lingüística a nivel nacional con cinco ejes estratégicos: 1) Formalización de las lenguas indígenas nacionales (catalogación); 2) Normalización de la escritura de las lenguas indígenas nacionales, elaboración de gramáticas, diccionarios y léxicos especializados (planeación de corpus); 3) Promoción del prestigio social de las lenguas indígenas nacionales (planeación de estatus); 4. Enseñanza y aprendizaje de las lenguas indígenas nacionales, y 5) Regulación del uso de las lenguas indígenas nacionales en la vida pública y privada. Lo anterior, propiciando siempre la participación directa de los pueblos y hablantes de lenguas indígenas nacionales.
No se puede valorar lo que no se conoce, por eso reiteramos que es indispensable promover el conocimiento, reconocimiento, valoración y aprecio de la diversidad cultural y lingüística del país como un valioso elemento que nos ha de permitir pensar en nuestra unidad en la diversidad.                    
Referencias
Delors, Jaques, et al., La educación encierra un tesoro (“Informe Delors”), 1992. Gadamer, G.H., 1988, La dialéctica de Hegel. Cinco ensayos hermenéuticos, Madrid, Cátedra.        
Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI), 2010, Programa Institucional del Instituto Nacional de lenguas Indígenas (PROINALI) 2014-2018. Disponible en: http://www.inali.gob.mx/es/institucional/proinali.html
_____, Primer Seminario Internacional de Lenguas Indígenas, 8, 9 y 10 de noviembre de 2010, México, D.F.    
   _____, 2009, Catálogo de las lenguas indígenas nacionales. Variantes lingüísticas de México con sus autodenominaciones y referencias geoestadísticas,       
   _____, 2012, México. Lenguas indígenas nacionales en riesgo de desaparición: Variantes lingüísticas por grado de riesgo. 2000; coordinadores Arnulfo Embriz Osorio, Óscar Zamora Alarcón. Disponible en: http://www.inali.gob.mx/es/publicaciones-2012.html       
   Lewis M. Paul, Gary F. Simons, and Charles D.Fenning (eds.) 2014. Ethnologue. Languages of de World seventeenth edition. Dallas, Texas: SIL International. Online versión: http://www.ethnologue.com       
   López, Luis Enrique, 1997, “La diversidad étnica, cultural y lingüística latinoamericana y los recursos humanos que la educación requiere”, Revista Iberoamericana de Educación, 13, enero-abril. En www.oei.org.co/oeivirt/      
   López Sánchez, Javier, et al., 2006, El enfoque intercultural en educación. Orientaciones para maestros de primaria, SEP / CDI, México. Olivé, León, 2009, La bioética: Latinoamérica y la diversidad cultural. En: www.bibliojuridica.org/libros/6/2673/19.pdf  
   Panikkar, Raymund, 1995, “Filosofía y cultura: Una relación problemática”, ponencia inaugural del Primer Congreso Internacional sobre Filosofía Intercultural, UNAM.   
   Skutnabb-Kangas, Tove, Luisa Maffi y David Harmon, 2003, Compartir un mundo de diferencias. La diversidad lingüística, cultural y biológica de la Tierra, UNESCO, Terralingua y Fondo Mundial para la Naturaleza.  
   UNESCO, 2003, Vitalidad y peligro de desaparición de las lenguas, Reunión Internacional de Expertos sobre el programa “Salvaguardia de las Lenguas en Peligro”.  
   Villavicencio, Frida, 2009, “Diversidad lingüística de México. Un patrimonio poco valorado”, en Destiempos.com, núm. 18, en www.destiempos.com/n18/villavicencio.pdf     
Villoro, Luis, 1998, Estado plural, pluralidad de culturas, Paidós / UNAM, México. 
El resaltado es del blog 

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