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martes, 15 de noviembre de 2011
Leyenda Azteca del Quinto Sol
Animacion que relata el nacimiento del quinto sol y la luna. en idioma nahuatl
lunes, 14 de noviembre de 2011
ESTRATEGIA DE FORTALECIMIENTO DE LA GESTIÓN PARA LA CALIDAD DE LA EDUCACIÓN
El viernes 11 de noviembre de 2011 en la Sala de Consejo de la Secretaría de Educación de Veracruz se realizó la Reunión de la Mesa Interinstitucional de la Educación Indígena en el Estado de Veracruz: "Estrategia de Fortalecimiento de la Gestión para la Calidad en Educación Indígena presidida por la Maestra Xóchitl Adela Osorio Martínez Subsecretaria de Educación Básica en en el Estado de Veracruz, el Maestro Juan Mondragón Reyes Coordinador Nacional de la Estrategia de Fortalecimiento de la Gestión para la Calidad de la Educación Indígena y el Profesor Quintil Escobar Hinojosa Director de Educación Indígena en Veracruz, a la misma asistieron la Universidad Pedagógica Nacional, La Universidad Pedagógica de Veracruz, La Academia Veracruzana de las Lenguas Indígenas así como las diferentes Coordinaciones de programas de la Subsecretaría de Educación Básica entre otras.
La reunión se realizó bajo el siguiente Programa:
- Instalación de la Reunión . Exposición de Motivos: Maestra Xóchitl Adela Osorio ,
- Presentación de la Estrategia de Fortalecimiento2011; Balance de la Estrategia d Fortalecimiento en la Entidad: Maestro Juan Mondragón Reyes, (DGEI)
- Logros y Avances de la Educación Indígena en el Estado: Contexto y situación educativa en poblaciones indígenas de Veracruz, Presentación de avances y perspectivas a partir de la puesta en marcha de la Estrategia de Fortalecimiento de la Gestión para la Calidad de la Educación Indígena en el Estado: Antropóloga María Consuelo Niembro Dpmínguez , jefa del Departamento de Operación de Programas Técnico Pedagógicos de Educación Indígena en el estado de Veracruz
- Plenaria: Participación de las instancias convocadas y suma de esfuerzos al apoyo del proyecto Estatal: Profesor Quintil Escobar Hinojosa Director de Educación Indígena en Veracruz
La maaestra Xóchitl Adela resaltó la manera en que educación
Indígena participa en los programas de la Secretaría de manera muy digna y
decorosa; " Los maestros han adaptado las unidades de tal manera que
pueden desarrollarlas de acuerdo al medio realizando un trabajo técnico
pedagógico muy relevante, como relevante ha sido, el papel del niño indígena veracruzano".
jueves, 10 de noviembre de 2011
4to. Concurso Nacional sobre "La Estrategia de Participación Social para una Escuela Mejor 2012"
Colaboración de Rodolfo Velázquez de la Mora
Coordinación General de Educación Intercultural y Bilingüe
Dirección de Diseño y Apoyo a Innovaciones Educativas
Secretaria de Educación Pública.
jueves, 3 de noviembre de 2011
CONFERENCIA MAGISTRAL: Foro Racismo y Discriminación, Africanos y Afrodescendientes en México
Impartida por el Dr. Fernando Salmerón Castro
Coordinador General de Educación Intercultural y Bilingüe
Xalapa, Ver. 6 de octubre 2011
La presentación que voy a hacer se relaciona con la orientación que me parece que debemos dar a nuestra reflexión sobre lo que hoy significa la atención que se ofrece a los pueblos afrodescendientes en México.
Quiero comenzar con una experiencia muy personal sobre la forma en la que tratamos a los pueblos afrodescendientes. Hace un par de años, en una reunión sobre la interculturalidad en la educación superior, hice una presentación sobre las Universidades Interculturales. Al terminar, una persona del público se levantó y me dijo: “Esto que usted presentó es excluyente y discriminatorio, va en contra de los pueblos afrodescendientes. Yo soy miembro de esos pueblos y usted nos excluyó deliberadamente de su presentación”.
Al principio, me sentí incomodo, porque la presentación estaba basada en las ideas de cómo lograr una educación incluyente basada en la equidad y el respeto. Le dije que yo no habría podido excluirlos, ya que ni siquiera estaba pensando en eso: lo que estaba presentando era un modelo educativo que precisamente lo busca es ser incluyente, incorporar distintas posiciones y tratar de generar un conocimiento que, a partir de una base en la que se pretende que el trato sea equitativo y respetuoso, haya diversidad y pluralidad de formas de conocimiento y de trabajo. Obviamente, no lo convencí, lo que me llevó a preguntarme ¿de qué manera pude haberlos excluido?
En mi experiencia no siento que el discurso sobre la educación intercultural busque excluir a nadie, al contrario. Sin embargo, al revisar un poco lo que yo había dicho, resulta muy evidente que todo el trabajo que se ha hecho durante diez años en la CGEIB, y que yo estaba presentando, únicamente habla explícitamente de la población indígena. Deliberadamente declaramos que el precepto de la Constitución que establece la pluralidad cultural y lingüística de la nación habla de la población indígena como el sustento más importante de la pluralidad en México, dejando fuera todas las otras posibilidades.
Aunque posteriormente he tratado de ser mucho más cuidadoso en la forma en la que presento la propuesta educativa intercultural, he encontrado reclamos semejantes de la población afrodescendiente en otros lugares. Justo lo que quiero hacer aquí es tratar de reflexionar, aunque sea brevemente, sobre las razones de esta exclusión. Por qué estamos pensando sistemáticamente en una educación intercultural que parecería dejar fuera, no solamente a la población afrodescendiente, sino también a otras que pueden ser numéricamente y por sus contribuciones a la formación nacional menos importantes.
Si pensamos un poco en la discriminación por motivos raciales, de origen étnico o nacional, que se refleja en las acciones que niegan o restringen el disfrute de los derechos de las personas por sus características, físicas, de vestido o de comportamiento, como reza la definición, es muy evidente que en México existe una forma muy arraigada de ese proceder. Este, además, se reproduce en la forma en la que llevamos a cabo las políticas públicas, la tarea educativa, el comportamiento institucional. He aquí el asunto que está en el corazón de esta discusión.
Este menosprecio de quienes son diferentes, basado en una consideración genérica de superioridad, está presente en la forma en que llevamos a cabo nuestro trabajo y es, generalmente, inconsciente. Pero, además, está perfectamente arraigado. Aunque el fenómeno es genérico, las víctimas no son genéricas. La base de la discriminación es la diferencia y esta diferencia es percibida por todos, pero esa percepción es aprendida.
Todos nosotros podemos observar y percibir las diferencias de colores como parte de las capacidades humanas. Sin embargo, la forma de reaccionar frente a una determinada observación o una percepción es socialmente generada. Todos podemos percibir los colores, pero las reacciones que tenemos frente a un determinado color es algo que hemos aprendido. Y lo hemos aprendido al mismo tiempo que a hablar, caminar y comer. Este es el corazón del problema.
El color de la piel es evidente como marca de identificación, pero hay otros elementos como el pelo, la forma de los ojos, la estructura corporal, la lengua o el vestido. Sin embargo nuestras reacciones a esto, no son percibidas, son aprendidas.
La discriminación sobre estas bases, que ha afectado desde luego a la población indígena, a la población afrodescendiente, la población asiática, al pueblo Rom y, de manera muy evidente en la actualidad, a la población que viene de Centroamérica. Es algo a lo que estamos relativamente acostumbrados. Esto no solamente es muy grave, sino que es el asunto que nos va a costar más trabajo desarraigar, porque está presente en la manera en la que hacemos las cosas y porque se vuelve, hasta cierto punto, un asunto inconsciente.
Las razones para establecer estereotipos discriminatorios tienen que ver con los atributos que percibimos, pero las percepciones y la forma de responder a éstas, se generan y se transmiten socialmente. De ahí la importancia, primero, de identificarlas y, después, de contrarrestarlas.
En lo que podríamos denominar “la historia negra de los esclavos africanos”, generalmente tenemos un conocimiento, aunque sea vago, sobre los orígenes de la esclavitud.
En la época en que yo estudié la primaria y la secundaria, en la parte histórica de los libros de texto, la población afrodescendiente formaba parte de ellos. (Entiendo que esto hoy se ha diluido un poco). Conocíamos más o menos los orígenes de la esclavitud, el tráfico de los esclavos hacía las Américas, las condiciones de la vida esclava, las distintas posibilidades de la libertad por escapatoria y asentamientos en otros lugares, el llamado cimarronaje, la rebelión de algunos pueblos específicos, como es el caso de Yanga, la abolición de la esclavitud... Eso estaba más o menos presente.
Sin embargo, después de abolición de la esclavitud, la población afrodescendiente desaparecía. En general, era el fin del tema. De ahí en adelante, desaparecía la población afrodescendiente de los libros de historia, de los libros de texto y de la realidad nacional. En la actualidad, esta forma de abordaje del tema sigue presente. No hemos cambiado nuestra manera de considerar a la población afrodescendiente en la construcción de la nación mexicana.
Esto tiene que ver en buena parte con ese olvido histórico, pero también con un esfuerzo del liberalismo del siglo XIX por hacer desaparecer las diferencias raciales y de origen étnico para equiparar a todo el mundo frente a la ley. Este sigue siendo un tema central. Si somos iguales frente a la ley, hay una implicación de la eliminación formal de las diferencias. A partir de allí hemos construido una invisibilización de todos aquellos que son distintos del supuesto común denominador.
Común denominador que, desde luego, no existe en ningún lado, pero que tenemos la idea de que debe estar ahí. En el México postrevolucionario no solamente se supuso que debería estar ahí, sino que además se insistió en que deberíamos de construirlo y que deberíamos construir un México mestizo, en el que todos fuéramos del mismo modo, habláramos la misma lengua y nos comportáramos de la misma manera.
Esto tiene repercusiones muy importantes, porque hace invisibles las diferencias ante la ley y, a fuerza de hacer esto, las hace invisibles a los ojos del Estado. Es aquí donde considero que hay otro tema central.
Si revisamos los tipos de discriminación que ha señalado el CONAPRED, efectivamente la discriminación formal o social se puede perseguir cuando alguien lo establece de manera clara. Sin embargo, no necesariamente esto es evidente. Me parece que muchas veces no tenemos la sensibilidad para establecer en qué momento la discriminación es relativamente aceptada, o se disfraza, por razones económicas o de otro tipo. Las marcas de clase o de estrato socioeconómico, en realidad, pueden estar cubriendo formas de discriminación racial, de discriminación formal o de discriminación sustantiva directa. Ese es un tema que me parece de la mayor importancia y que tenemos que resolver.
El asunto no es del todo sencillo. En primer lugar, por la forma en la que está de tal manera enraizado en la manera en la que hemos ido construyendo la nación. En segundo, porque los distintos ámbitos de discriminación requieren tratamientos especiales.
El ámbito de discriminación histórica nos requiere revisar la visión que tenemos de la población africana y afrodescendiente para incorporar el conocimiento existente en el trabajo histórico: su participación, sus construcciones sociales, sus prácticas culturales y lingüísticas. Es posible que en México esta sea el área en la que hemos avanzando más. Pero hemos avanzando en el conocimiento que tiene una élite, diría yo: tenemos grupos de especialistas claramente comprometidos con el tema, que han publicado muchísimo, que han encontrado cosas que son fundamentales; pero esto no ha permeado hacia el sistema educativo general, no ha permeado hacia la sociedad en general.
Y por supuesto, el cambiar el ámbito cultural y educativo es un asunto central. Es decir, no es suficiente con hablar de una tercera raíz, porque las raíces están bajo tierra y necesitamos hablar del árbol actual, de las hojas y de los frutos que vemos hoy. Referente a esto les puedo hablar de lo que en la Coordinación se ha trabajado, solamente en relación con la población indígena, desde hace muchos años, que requiere del trabajo de especialistas y expertos, pero que, fundamentalmente, requiere de un trabajo de convencimiento diario de quienes --otra vez por las mismas razones que he señalado-- no ven el problema.
En este sentido, el trabajo que llamamos “la interculturalidad para todos”, es una labor que se tiene que hacer todos los días, que tiene que ser mucho más amplio de lo que se ha hecho. Pero que también es el más difícil y menospreciado, porque a todo mundo le parece que ¿para qué? Este es otro problema central.
En el ámbito social, no solamente tenemos estas dificultades previas, sino que además tenemos una serie de prejuicios y estereotipos que se reproducen en todos los ámbitos. Que están en la base del problema, pero que también impiden que avancemos hacia soluciones posibles. Y, luego, quedan el ámbito económico y el ámbito político, legal e institucional que tienen otras dificultades.
En el ámbito económico la situación se vuelve peor en una época de neoliberalismo feroz como el que tenemos hoy. Yo identifico, como el gran cambio del mundo neoliberal contemporáneo, la aceptación de la desigualdad, la pobreza y la injusticia como características aceptables de la realidad. El gran cambio no se refiere sólo a las características de competencia mundial, de dominación de los grandes capitales y de globalización, que son elementos estructurales del sistema, sino que hay este otro elemento central. Las formas de inequidad y pobreza económica antes del neoliberalismo, siempre se vieron como pasajeras: eran problemas que íbamos a resolver, eran temas que se derivaban de desequilibrios momentáneos o regionales que íbamos a resolver. De alguna manera reconocíamos que existían estas inequidades, pero íbamos a cambiar la manera de hacer las cosas, para avanzar hacia un mundo más equitativo y justo en términos económicos. El neoliberalismo no piensa así.
Esta es una gran ruptura del neoliberalismo con el pasado. No por primera vez, pero sí de una manera contundente, lo que esta filosofía económica establece es que las desigualdades son parte del mundo y están ahí para quedarse: que siempre va a haber ricos y siempre va a haber pobres y no tenemos por qué esperar que el mundo sea más equitativo y justo en un futuro. Este es un cambio radical que en parte es una de las críticas que se hacen al pluralismo cultural: si vamos a aceptar el pluralismo cultural en un ámbito, por qué no vamos a aceptar el pluralismo económico en el otro. Para mí resulta claro que no tiene nada que ver uno con otro, por razones que ustedes conocen, pero es un tema toral que tiene implicaciones muy importantes.
Esto tiene que ver en México con todas aquellas comunidades del mundo rural que claramente no forman parte de las grandes corrientes del desarrollo económico contemporáneo. Y la población afrodescendiente, en muchos sentidos, comparte estas características con otras poblaciones rurales del país.
Por último, en los ámbitos político, legal e institucional, claramente no sólo la legislación no permite hasta ahora distinguir, para empezar, a la población afrodescendiente, sino que tampoco existen los espacios políticos para escuchar y gestionar las demandas y necesidades de esta población. Este es un terreno en el que tendremos que trabajar, pero es un terreno que tiene que pasar por generar cambios para hacerles visibles, para acabar con esta invisibilidad estructural.
El primer punto tiene que estar relacionado con lo que yo llamaría “los desafíos de la información”. Lo primero que tenemos que lograr es mejorar la calidad de la información, comenzando por la información censal. Hay otros países en América Latina que tienen instrumentos buenos, malos y regulares; pero hay diecisiete países de América Latina que ya incluyeron en el censo del 2000, o a partir más o menos de ese año, los censos de la década, una forma de identificar a la población afrodescendiente. México no está entre ellos. Hay algunos países que, además de la información censal, han incluido los identificadores en encuestas de demografía y salud. Hay ocho países en América Latina que han hecho esto. Hay un rezago evidente en otros, pero México, justamente, no está entre los primeros.
Adicionalmente, tenemos que lograr que esto no sea un asunto de estimaciones ocasionales o de información cada 10 años. Debemos institucionalizar la producción y el análisis de estadística sobre la población afrodescendiente en los sistemas nacionales de información.
Les puedo decir, por la experiencia que hemos tenido con este tipo de desarrollos para la población indígena --que tiene muchos años de estar en el censo--, que no es sencillo; que no logramos convencer, a quienes se dedican a esto, de la importancia de hacerlo y de la importancia de hacerlo con cuidado.
Un ejemplo para ilustrar este problema. La SEP tiene un instrumento censal para el sistema educativo que se llama Formato 911, que es un formato informativo que sirve para la identificación de la población indígena en el sistema escolar. Es un sistema que funciona de la manera más diversa que ustedes se puedan imaginar. En algunos lugares es el profesor de grupo que ve a sus alumnos y decide cuántos de ellos son indígenas. En otros casos, no es el profesor de grupo, sino que es el director o la directora de la escuela quien decide cuántos de los estudiantes son indígenas. En estas decisiones intervienen los propios prejuicios y estereotipos de quien llena el formato: los que consideran que todos son indígenas, los que piensan que sólo parte lo son y los que establecen que son indígenas pero no pueden asentarlo así en el formulario porque estarían discriminándolos. Todas esas versiones están presentes en la información que genera el Formato 911.
Este es un formato que se utiliza desde el nivel de educación preescolar hasta la universidad y que nos da unos números, que son con los que trabajamos, y que tienen todas las dificultades del caso. Imagínense ustedes esto para otras poblaciones que están menos presentes en el imaginario educativo. Para la población afrodescendiente, por ejemplo, vamos a tener muchas dificultades si el profesor es el que tiene que definir su presencia en las aulas. Tenemos que trabajar con sistemas de auto-identificación muchísimo más contundentes en todos los sentidos.
El censo de 2010, por primera vez, introdujo, para la población indígena, una distinción entre la identificación con base en lengua y la auto-identificación. Aún no he visto estudios contundentes pero, aunque no es evidente, parece que tenemos números mayores de población que se auto-identifica como indígena, que la que se identifica con base en la lengua. Aquí hay un primer avance. Para la población afrodescendiente no tenemos nada, todo lo que tenemos son estimaciones, con todas las dificultades que esto implica.
Entonces, tendremos que trabajar en el desarrollo de instrumentos complementarios para avanzar en la construcción de indicadores y, sobre todo, en la construcción de indicadores de derechos colectivos. Este es un problema que está retrasado para la población indígena y que, de plano, aún no sucede para otras poblaciones minoritarias. Luego, tenemos que promover el uso de esta información --buena o mala, aunque sean estimaciones--; que se conozca, se discuta y sirva de base para tomar decisiones.
Ahora bien, esto sería un primer paso que debería llevarnos a desarrollar políticas públicas que justamente permitan trabajar en contra de las inequidades que hoy existen para la población afrodescendiente.
En primer lugar, tendríamos que trabajar sobre aquellas discriminaciones estructurales: una que tiene que ver con la estadística, pero otras que tienen que ver con su presencia en los programas educativos, en los libros de texto, en la radio, en la televisión, en los medios de comunicación... Estos son mecanismos o bases de política pública que tenemos que trabajar, que son claros en términos de lo que tenemos que hacer, pero que no son tan claros en términos de cuál debe ser el primer paso que debemos dar, con quién tenemos que trabajar sobre estos asuntos. Es algo muy difícil de lograr justamente debido a las limitaciones de información sobre la problemática del tema.
Dentro de esto, hay otros asuntos en los que hay que trabajar y que tienen que ver con los grupos o las diferencias al interior de la población afrodescendiente. Claramente el asunto de las mujeres, la población joven, la población de edad avanzada, los ancianos, son temas que no podemos dejar de lado y para los que tendremos que establecer políticas en México.
Las políticas, en este sentido, tienen que considerar las especificidades culturales y el estatus sociopolítico de la población; es un asunto central en el que probablemente hay más avances regionalmente que a nivel nacional. Eso es algo de lo que quizás deberíamos valernos. Hoy, estados, como Guerrero, como Oaxaca, tienen un trabajo, que aunque sea insuficiente, está mucho más avanzado que el que se ha desarrollado a nivel federal. Esto nos puede servir para impulsar estas políticas públicas a nivel nacional, porque, desde luego, hay algunos estados donde esta presencia no se ve con tanta claridad, y van a ser mucho más reacios en reconocer sus derechos. En una ocasión, cuando le plantee los programas que impulsaba la CGEIB a un Secretario de Educación del Estado de Morelos, me dijo: aquí ustedes no tienen mucho que hacer porque aquí no hay indígenas. Así como él hay otros.
Es importante avanzar hacia la construcción de un nuevo paradigma intercultural que garantice los derechos individuales y colectivos de la población afrodescendiente en el mismo sentido en que hemos avanzado, aunque sea de manera incompleta, con la población indígena. Para todo esto existe, sin embargo, algo en lo que tenemos que pensar: ¿en qué tenemos que basar este trabajo?
En primer lugar, yo creo que lo que tenemos que hacer es justamente trabajar sobre el problema del etnocentrismo, en la tergiversación de la realidad. Este es el primer paso, pues tenemos que generar la información, pero ésta nos debe servir de base para cambiar la manera en la que vemos el problema y en la que pensamos cuáles son las alternativas. Y los estereotipos y la invisibilidad están presentes hoy en los libros de texto, en la legislación, en nuestras maneras de pensar. Si vamos a cambiar, lo primero que debemos que hacer es terminar con la invisibilidad estructural. Sólo esto nos permitirá avanzar hacia la transformación de los estereotipos que están detrás de esto, porque no hay manera avanzar en el combate a la discriminación si tenemos ideas incompletas de la realidad y están fijas en descripciones fragmentarias y artificiales.
Es muy importante, entonces, avanzar en estos cambios. Sin embargo, quiero avanzar una nota de precaución. Los especialistas han estado advirtiendo recientemente, yo creo que con mucha razón, sobre algunos de los peligros que la distinción tiene en términos de política pública.
La discusión sobre la denominación y la definición identitaria es un tema que no se puede decidir desde las organizaciones gubernamentales. Es un asunto que tiene que involucrar de manera muy directa a la población objeto, o sujeto mejor dicho. Porque en la definición de los grupos, o de las colectividades, nos centramos en los elementos comunes como el idioma, la religión, la nacionalidad, o la combinación de varios de estos elementos, para tratar de identificar un sentimiento común de pertenencia e identidad.
Cuando tratamos de llevar estas definiciones a la identificación estadística o contable, la exigencia de los temas informativos es muy fuerte para esencializar y acartonar estos elementos. Este es un tema muy importante, yo lo he escuchado de manera muy directa como un reclamo de la población indígena. Un maestro de la montaña de Guerrero, me dijo, por ejemplo: “Nosotros tenemos muchos problemas, porque cuando yo como indígena me presento en un lugar, lo primero que me dicen es: “no, tú ya no eres suficientemente indígena porque no hablas la lengua…” --Yo no hablo la lengua porque cuando estaba en la escuela y el maestro me escuchaba hablando mi lengua me ponía en el centro del patio de la escuela cargando una silla durante todo el día”.
Hay otros casos en donde dicen: “mis papás no quisieron que yo aprendiera la lengua porque ellos habían sufrido muchísimo en la escuela, en el mercado y en otras actividades por hablar su propia lengua. Lo que yo aprendí me lo enseñó mi abuelo”.
Por otro lado, se quejan de algunas oficinas gubernamentales que vienen a hacer una evaluación para ver si la comunidad es susceptible de recibir apoyo gubernamental por ser indígena y encuentran que, como producto de la migración o del trabajo de la comunidad, la localidad tiene calles pavimentadas, las casas ya no son tradicionales, sino que son casas construidas con materiales urbanos. Entonces, las autoridades dicen: “como les voy a dar apoyo para los indígenas si ustedes ya viven como en una ciudad que no tiene nada que ver con la tradición indígena”.
De los dos lados, tenemos subproductos que van en contra de lo que queremos lograr: estereotipos construidos sobre la base de una identificación acartonada de lo que debe ser un indígena.
Obviamente, para la población afrodescendiente nos enfrentamos exactamente al mismo problema: tenemos quien viene con las ideas generadas por la población afrodescendiente de Estados Unidos y vienen a trasplantarlas a México; o de otras realidades de América Latina. El caso es que pocas veces tenemos un trabajo cuidadoso hecho sobre las propias comunidades de afrodescendientes en México para tratar de establecer estas características.
Entonces, pongamos atención a lo que señalan los autores contemporáneos, varios de los cuales están aquí sentados. Es muy claro que hay peligros en la escencialización de las definiciones de pertenencia e identidad. Es un asunto que debemos tener presente en el momento de desarrollar política pública. Pero más aún: en la construcción de política pública se puede negociar, se puede discutir, se puede evaluar, pero en términos de lo que tenemos que identificar para generar información, debemos ser más cuidadosos. Las preguntas de los censos no son negociables y esto es un tema muy importante que representa un desafío para la política pública: ¿cómo podemos establecer definiciones de pertenencia y de identidad que no se vuelvan en contra de los derechos de quienes buscamos que los hagan visibles? Después del problema de la invisibilidad, yo diría que este es el mayor reto.
Sin duda, los elementos de ancestros comunes, de apego a una cultura y desarrollo de una conciencia colectiva son temas centrales que deben estar ahí, pero el gran reto está en cómo empleamos estás categorías para desarrollar mecanismos de información y propuestas de política pública que no los escencialicen o los acartonen.
Tenemos que empezar por reconocer, lo que muchos han señalado, que la identidad es un fluido en donde hay una negociación permanente: que una forma de identidad no está reñida con otras. Piensen ustedes en sus identidades, todos tenemos identidades y pertenecemos al mismo tiempo a una institución, a una escuela donde nos formamos, a una localidad, a un estado, un municipio, un país, una región del mundo, al mundo en general. Son identidades que estamos negociando permanentemente, con las que nos sentimos más o menos a gusto en ciertas circunstancias y en ciertos momentos. No queramos imponer a nadie que tiene que ser primero algo que quiera o no quiera ser, o que le llegue por imposición. Y luego, estas identidades, tenemos que recordar que son instrumentos de vida de cualquier persona, y que el hecho de figurar, y la necesidad que tenemos de hacerlo, no debería impedirnos acentuar en distintos momentos y con distintos propósitos nuestras afiliaciones particulares.
Cualquier política, en este sentido, tiene que presuponer lo que hoy se considera como elemento central: primero la participación social de los involucrados. No podemos trabajar sin la participación de estos grupos. Esto implica consultas, discusión y propuestas de los propios involucrados, así como definir un proceso y una serie de mecanismos de revisión periódica de cualquier cosa que hagamos. Sin duda, debe haber otros elementos, pero estos serían los más importantes desde mi punto de vista.
Muchas gracias……
Colaboración de Bibiana Riess Carranza
Directora de Educación Informal y Vinculación
CGEIB - SEP
martes, 1 de noviembre de 2011
MUESTRA DE ALTARES " DÍA DE MUERTOS 2011" CONVOCADA POR EL VOLUNTARIADO DE LA SECRETARÍA DE EDUCACIÓN DEL ESTADO DE VERACRUZ, MÉXICO.
Altar de Naolinco -Elaboró Secundarias Generales |
"El Día de Muertos es una de las Fiestas más típicas del Pueblo Mexicano y una de las que mayores raíces tiene"(texto de la invitación). El Voluntariado de la Secretaría de Educación invitó a las Subsecretarías, Direcciones, Coordinaciones y Departamentos de la misma, a participar en la Muestra de Altares 2011; elaborando el altar de su preferencia en la explanada del Edificio de la SEV. los días 31 de Octubre y 1o de Noviembre.
Altar de Pajapan - Elaboró Dirección General de Bachilleres |
Altar de Coatepec |
Altar de Mixtla de Altamirano - Elaboró Voluntariado de la SEV |
Altar de Chicontepec - Elaboró Dirección de Educación Indígena |
Altar del Estado de Tlaxcala con Tapete Prehispánico - Elaboró Dirección de Secundarias Técnicas |
Altar de Naolinco - Elaboró Dirección General de Educación Primaria Estatal |
Altar Totonaco - Elaboró Dirección General de Educación Primaria Federalizada |
Altar de Mecayapan - Elaboró Academia Veracruzana de las Lenguas Indígenas |
Altar de Misantla |
Altar Elaborado por COBAEV |
Altar Huasteco - Elaboró Coordinación General de Actualización Magisterial |
Tapete Prehispánico - Elaboró Dirección de Telesecundarias |
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