lunes, 29 de noviembre de 2010
Jordi Adell - "Compartir el conocimiento", II Jornadas Internacionales sobre políticas educativas para la Sociedad del Conocimiento Granada, 8 de marzo de 2007...video tomado de Google Videos
martes, 23 de noviembre de 2010
CARLOS A. CARRILLO Tomado de http://www.veracruzpuerto.info/2007/02/carlos-carrillo.html
Carlos A. Carrillo Mientras pueda hacer algún bien a la humanidad, me creo en la obligación de trabajar por ella, y aún cuando un sólo instante de vida me quedara, lo emplearía con gusto en el bien de la niñez.
Este generoso pensamiento pertenece a uno de los más notables y adelantados educadores nacidos en territorio veracruzano. Su trabajo como profesor y su obra escrita acerca de la educación, la escuela y el maestro, lo llevaron a ocupar un sitio preferente entre los grandes educadores de México. Este hombre fue Carlos A. Carrillo.
El niño a quien dieron el nombre de Carlos Arturo, hijo del señor josé julián Carrillo y de doña Carmen Gastaldi, nació en Córdoba, Ver., el 27 de julio de 1855; en ese momento nuestra nación vivía los efectos de la Revolución que inició en el sur del país cuando don Juan Álvarez, en marzo de 1854, proclamó el Plan de Ayutla. El triunfo de los liberales afectó la vida de la familia Carrillo, pues don José julián había servido al Partido Conservador, opuesto al Partido Liberal. Así, cuando Carlos Arturo aún no cumplía un año, la familia se trasladó a Xalapa. En esta ciudad habrían de transcurrir la infancia y la juventud de Carlos A. Carrillo..
Aunque había manifestado inclinación por los estudios de medicina, a los treces años ingresó al Seminario Conciliar para estudiar la carrera de derecho. Fue tal su dedicación y aprovechamiento que cuando a mitad de la carrera presentó sus exámenes, lo hizo de manera tan brillante que quienes lo examinaron reconocieron que podía presentar exámenes para titularse de abogado, pero ni su padre ni el propio Carlos aceptaron esa posibilidad. Carlos Arturo continuó sus estudios en un colegio del estado; allí, siendo alumno, fue designado catedrático en varias materias debido a su sabiduría tan ampliamente demostrada.
Al terminar su carrera, y después de haber practicado en el Tribunal Superior de justicia, era de esperarse que Carlos A. Carrillo se titulara como licenciado en derecho; sin embargo, Carrillo nunca decidió titularse, a pesar de que, por sus cualidades, su futuro como ahogado se le abría de manera muy amplia y prometedora.
Este generoso pensamiento pertenece a uno de los más notables y adelantados educadores nacidos en territorio veracruzano. Su trabajo como profesor y su obra escrita acerca de la educación, la escuela y el maestro, lo llevaron a ocupar un sitio preferente entre los grandes educadores de México. Este hombre fue Carlos A. Carrillo.
El niño a quien dieron el nombre de Carlos Arturo, hijo del señor josé julián Carrillo y de doña Carmen Gastaldi, nació en Córdoba, Ver., el 27 de julio de 1855; en ese momento nuestra nación vivía los efectos de la Revolución que inició en el sur del país cuando don Juan Álvarez, en marzo de 1854, proclamó el Plan de Ayutla. El triunfo de los liberales afectó la vida de la familia Carrillo, pues don José julián había servido al Partido Conservador, opuesto al Partido Liberal. Así, cuando Carlos Arturo aún no cumplía un año, la familia se trasladó a Xalapa. En esta ciudad habrían de transcurrir la infancia y la juventud de Carlos A. Carrillo..
Aunque había manifestado inclinación por los estudios de medicina, a los treces años ingresó al Seminario Conciliar para estudiar la carrera de derecho. Fue tal su dedicación y aprovechamiento que cuando a mitad de la carrera presentó sus exámenes, lo hizo de manera tan brillante que quienes lo examinaron reconocieron que podía presentar exámenes para titularse de abogado, pero ni su padre ni el propio Carlos aceptaron esa posibilidad. Carlos Arturo continuó sus estudios en un colegio del estado; allí, siendo alumno, fue designado catedrático en varias materias debido a su sabiduría tan ampliamente demostrada.
Al terminar su carrera, y después de haber practicado en el Tribunal Superior de justicia, era de esperarse que Carlos A. Carrillo se titulara como licenciado en derecho; sin embargo, Carrillo nunca decidió titularse, a pesar de que, por sus cualidades, su futuro como ahogado se le abría de manera muy amplia y prometedora.
*No, yo no comprendo al niño convertido en máquina para repetir pensamíentos ajenos, siquiera sean los más brillantes de los más insignes pensadores; el niño quiere decir alma, inteligencia, corazón y vida, vida que aspira a la luz de la verdad, como la planta a la del sol. Educar al niño no es embodegar en su cabeza frases que otro elaboró, y que para él carecen de sentido; no es vaciar en su memoria libros; es enseñarle a pensar por sí mismo, a díscurrir él mismo, a expresar su pensamiento con palabras buscadas y combinadas por él mismo también, es, en suma, ejercitar todas las fuerzas de su espíritu, darle impulso para que recorra su camino, prestar alas a su actividad para que tienda el vuelo al cielo luminoso de la verdad para la que ha nacido*.
Así pensaba aquel joven que abandonó las leyes para dedicarse al magisterio. Es tan claro y adelantado su pensamiento que todavía en la actualidad sigue orientando el trabajo de los maestros.
Carlos A. Carrillo se inició como maestro de niños en un colegio de Xalapa llamado instituto Pestalozzi. Allí tuvo la oportunidad de confrontar lo que sabía con la realidad de un grupo de niños; el conocimiento que obtuvo acerca de ellos y la experiencia de conducir en su educación a seres tan pequeños le produjo tanta satisfacción y entusiasmo que de ahí en adelante casi no hablaba de otra cosa. Estableció, poco tiempo después, su propio colegio en Xalapa, pero donde habría de comenzar a desarrollarse como gran educador fue en la escuela primaria que abrió en Coatepec con el nombre de Instituto Froebel.
En aquella lejana época, no había en nuestro estado de Veracruz escuelas donde se prepararan profesores; por lo tanto, el joven Carlos A. Carrillo no era maestro de profesión, pero como durante su vida de estudiante y por interés propio estudió y aprendió varios idiomas, este aprendizaje le permitió leer las obras de los grandes educadores extranjeros, y lo que aprendió en ellas, sumado a sus propias ideas, lo convirtieron en un excelente y sabio maestro.
En ese momento gobernaba la República el general Porfirio Díaz. Los gobiernos liberales le habían dado al país un gran impulso hacia la modernidad; en el campo de la educación había muchas ideas renovadoras, pero en la inmensa mayoría de las escuelas se educaba con métodos muy anticuados e ineficaces.
El maestro Carrillo combatió apasionadamente la forma en que se educaba a los niños en estas escuelas, y para difundir sus ideas renovadoras publicaba un periódico semanal al que llamó El Instructor. Meses más tarde lo sustituyó con ventaja por una revista educativa a la que tituló La Reforma de la Escuela Elemental. Ambas publicaciones fueron ampliamente reconocidas y apreciadas por el magisterio veracruzano y de todo el país.
Cuando en 1886, el gobernador del estado, general Juan de la Luz Enríquez, fundó la Escuela Normal en Xalapa, designó como director de la misma al maestro suizo don Enrique C. Rébsamen y a don Carlos A. Carrillo como catedrático.
Al poco tiempo, en reconocimiento a sus grandes méritos, el maestro Carrillo fue invitado a dirigir la escuela primaria anexa a la Escuela Normal de la Ciudad de México. Desde allí, tal como lo hizo desde que se convirtió en maestro, siguió escribiendo incansablemente acerca de muy variados temas y asuntos escolares, siempre con gran pasión por la educación y con gran amor por los niños.
Al poco tiempo, en reconocimiento a sus grandes méritos, el maestro Carrillo fue invitado a dirigir la escuela primaria anexa a la Escuela Normal de la Ciudad de México. Desde allí, tal como lo hizo desde que se convirtió en maestro, siguió escribiendo incansablemente acerca de muy variados temas y asuntos escolares, siempre con gran pasión por la educación y con gran amor por los niños.
Su intensa vida profesional y su padecimiento asmático fueron, poco apoco, minando su de por sí débil organismo. En la Ciudad de México, el 3 de marzo de 1893, a la edad de treinta y ocho años, el maestro don Carlos A. Carrillo Gastaldi dejó de existir. Con su muerte, México perdió a uno de sus más grandes educadores y Veracruz a uno de sus hijos más preclaros.
La labor magisterial de Carlos A. Carrillo fue constante, intensa y fructífera; su obra escrita, casi toda ella en forma de artículos periodísticos, constituye una de las más sabias y ricas aportaciones a la educación nacional y universal.
La labor magisterial de Carlos A. Carrillo fue constante, intensa y fructífera; su obra escrita, casi toda ella en forma de artículos periodísticos, constituye una de las más sabias y ricas aportaciones a la educación nacional y universal.
viernes, 12 de noviembre de 2010
LIGA DE ACCESO A EXCELENTE CRONOMETRAJE "BINTA Y LA GRAN IDEA"
Cortometraje de Javier Fesser forma parte de la película “En el Mundo a cada rato”, en la que cinco directores muestran su visión sobre distintas realidades que afectan a la infancia y por las que UNICEF trabaja en todo el mundo. Rodada en tres localidades al sur de Senegal en 2004, “Binta y la gran idea” muestra algunos de los problemas a los que se enfrentan los niños y niñas en África subsahariana, desde la mirada inocente y optimista de Binta. El 22 de enero de 2007 fue nominado al Oscar al Mejor cortometraje.
Binta tiene siete años, vive en una preciosa aldea junto al río Casamance, en el sur de Senegal, y va al colegio. Su prima Soda no tiene la misma suerte. A ella no se le permite aprender las cosas que ignora de este mundo. Binta admira a su padre, un humilde pescador que, preocupado por el progreso de la humanidad, está empeñado en llevar a cabo algo que se le ha ocurrido.
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